miércoles, abril 11, 2007

La lectura

Hace poco me pidieron un artículo sobre el tema de la lectura. Escribí esto:

¿Qué es la lectura?

En un texto del terrible y estimulante Nietzsche este dice: “lo más importante es la cultura”. Parece una afirmación elitista, y en realidad lo es: para él, el sentido de una sociedad es producir la crema de la misma, la cereza de la torta, el conjunto se justifica por su producción de excepciones, de personas de alto valor. Es casi lo opuesto a la propuesta peronista: alpargatas si, libros no. Conclusión: Nietzsche no era peronista (por ahora vamos bien, eh…). No todo el peronismo es así, claro está, pero en su base está la creencia de que lo simple y popular es más valioso que ese rebusque de intelectuales que es la cultura. ¿Podríamos concluir que no es un enfoque muy valioso? Sí, podríamos.

Más allá de estas diversiones y dificultades, lo cierto es que la lectura puede ser considerada desde muchos puntos de vista: la lectura como militancia, la lectura como experiencia personal, la lectura como estrategia de refinamiento, de crecimiento, de auto desarrollo; la lectura como salvación del mundo hoy perdido en la imagen (esto es una necedad, tiene más que ver con el estado depresivo del que tal cosa enuncia que con una verdad social); la lectura como actividad que merece ser enseñada y aprendida. Sí, es cierto, la promoción de la lectura es una de esas causas lindas y elementales, que permiten esperar un mejoramiento de la comunidad, una causa querida y verosimil, de las que no se dan fácil. Imaginamos que si los domingos las multitudes que se dedican al fútbol se dedicaran a la lectura la realidad sería más interesante. Padres: no cultiven el fútbol en sus hijos, cultiven la lectura. Basta de De lo que sea, la lectura sin imposturas, y que a cada uno le guste lo que le gusta, le sirva lo que le sirve, pero leído, es decir, refinado, elaborado, amasado, explícito. (Porque hay que saber leer, es decir, no leer sino lo que uno quiere, ser capaz de entregarse a lo que se siente sin fingir la seriedad del que se ve a sí mismo y se dice “estoy leyendo, qué notable”, o sea: que la lectura sirva para que cada uno despliegue su forma particular, sus intereses, sus curiosidades). ¿Qué es la lectura? Si yo escribiera un diccionario (que es lo que estoy haciendo –el diccionario es el desafío al filósofo: tiene que decir cómo es todo-), diría que lectura es esto:

Lectura: meterse para adentro y encontrar el mundo; salir de sí minuciosamente, observando signos chiquitos que son como hormigas, para olvidarse de que se está mirando una página y empezar a verlo todo; conversación de inteligencias, desplegada en el tiempo y trabajada con minuciosidad, al detalle (lo que potencia la inteligencia); aproximación al resultado de una búsqueda que el escritor realizó para entender él mismo el mundo que se le ofrece, y presenciando la cual el lector potencia su propia relación con el mundo; encuentro derivado con la realidad, porque en ese apartamiento aparente hay en realidad una concentración y una potencia que crece para la experiencia de sentir y querer; placer de placeres, abandono meditativo, pérdida de sí y a la vez existencia destacada, deseo vivido con avidez interminable, que permite vivir mil aventuras en una (las leídas en las de la vida personal) y aprovechar las experiencias para seguir viviendo y leyendo; estado de hibernación espiritual en el que la consistencia del pensamiento llega a vivir sus cualidades fundamentales; salvación, entusiasmo, excitación, diversión, encuentro, humor, satisfacción para el impulso constante de búsqueda individual

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