sábado, noviembre 12, 2005

El trabajo de escribir

Preparando el Taller de Proyectos de Escritura que empiezo el miércoles 16 de Noviembre leo un libro de Kureishi que se llama "Soñar y contar". Reproduzco unos párrafos que me parecen buenísimos, porque describe con claridad parte de las dificultades que vive aquel que quiere escribir:

Escribía, también, porque era absorbente. Me resultaba fascinante cómo una cosa llevaba a la otra. Una vez que había empezado a machacar la máquina de escribir, en mi cuarto encima del de mi padre, quería ver qué podía hacerse, adónde podía llevarme tanta curiosidad creativa. Podías estar en mitad de una historia, en algún sitio imaginario poco conocido, pero sólo habías llegado allí porque habías tenido valor suficiente para arrancar. Me sentía impaciente, cosa que me perturbaba. Tan pronto como empezaba algo, ya quería llegar al final. Quería triunfar, más que buscar. Quería ser la clase de persona que ha escrito libros, más que la persona que simplemente los estaba escribiendo. Probablemente había heredado la desesperación de mi padre como forma de impaciencia. Sigo siendo impaciente; no es muy divertido sentarse a una mesa donde no ocurre nada. Pero al menos he logrado ver la necesidad de la impaciencia para escribir: el deseo de llegar a hacer algo, que tienes que compensar con la necesidad de esperar, de ese rumiar que te permite ver cómo un escrito se desarrolla y necesita encontrar su propio modo de tratar el tiempo sin que le metan prisa por llegar a una conclusión.

Yo tenía miedo de escribir porque me avergonzaba de mis sensaciones y creencias. La práctica de cualquier arte puede ser una buena excusa para el asco de uno mismo. Se requiere una cierta desvergüenza para ser un artista de cualquier clase. Pero para ser desvergonzado no tiene que importarte quién eres.

Casi podríamos decir que el trabajo de escribir es el de soportar las dificultades de esos momentos de desorientación y hasta de desconsuelo. Cualquier escritor construye su obra atravesando estados difíciles de vivir, sobreviviendo a la dificultad hasta poder armarse un esquema en donde al trabajar aparezca también el placer. Es todo un proceso, difícil, pero supone un cultivo de la personalidad que tiene muchos beneficios. Hasta el de la curación, podríamos decir, porque al escribir uno pasa en limpio su ser, lo ordena, lo promueve. Transforma los síntomas en obra, los objetos de angustia se transforman en objetos de comunicación.

Información sobre el Taller.
Información sobre Hanif Kureishi.

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